“El mago y el cirujano se comportan como el pintor y el fotógrafo respectivamente. El pintor observa en su trabajo una distancia natural frente a lo dado; el fotógrafo, en cambio, penetra profundamente en el tejido mismo de lo dado. Las imágenes que ambos obtienen son enormemente distintas. La del pintor es una imagen total; la del fotógrafo está formada por múltiples fragmentos que se han juntado bajo una nueva ley.”
 (Walter Benjamin 1936)
A menudo interpretamos la realidad en base a conocimientos aprendidos a través de la experiencia con el medio. Enfrentados a la realidad percibimos mejor lo que conocemos (reconocemos) y, reflexionando sobre ello, me he dado cuenta de que, cuando fotografío el paisaje, encuadro instintivamente escenas que mi inconsciente reconoce y reinterpreta en un viaje de ida y vuelta de la memoria; un cielo salpicado de nubes, o la disposición de un grupo de árboles me traen a la memoria un cuadro que contemplé en un museo, y a la vez un cuadro de un paisajista clásico me recuerda escenas observadas en la naturaleza. Todas esas sensaciones de “deja vù” se solapan en un collage mental que ha terminado materializándose en este proyecto.
Hace años visité una exposición antológica de Caspar D. Friedrich, uno de los exponentes del paisajismo romántico. Los paisajes de Friedrich no son una mera representación de la realidad, sino que el pintor fue un poco más allá plasmando una atmósfera subjetiva y simbólica sobre el propio paisaje. Esto me ha hecho tomar a este pintor como referente y me he dispuesto a construir los mismos paisajes que él pintó y que, a diferencia de paisajistas anteriores, están inspirados en paisajes reales que conoció; pero lejos de partir de sus mismos escenarios he tomado como base retazos de mi propia realidad; fragmentos de los lugares por donde he pasado que me recordaron a sus cuadros, unas nubes, unas rocas, un árbol… reconstruyendo sus composiciones con elementos propios, e incorporando de esta forma mi subjetividad a las imágenes, como un verdadero Homenaje, en el que la realidad se entremezcla con el artificio.
Los personajes que Friedrich ponía en algunos de sus cuadros, a menudo de espaldas observando el paisaje desaparecen en mis fotos, los paisajes aparecen más solitarios y desolados, dejando únicamente al espectador ante ellos, con sus propios recuerdos de nubes, rocas, árboles, colinas o cielos.
Monje a la orilla del mar (Der Mönch am Meer, óleo sobre lienzo, 1808–1810)




Acantilados de tiza en Rügen (Kreidefelsen auf Rügen, óleo sobre lienzo, 1818)




El mediodía (Der mittag, óleo sobre lienzo, 1822)




Atardecer con nubes (Abend mit Wolken, óleo sobre cartón, 1824)




Nubes pasajeras (Ziehende Wolken, óleo sobre lienzo, 1820)




Terraza de un jardín (Gartenterrasse, óleo sobre lienzo, 1811)




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